¿Por dónde? The Sun Also Rises (1926) es la primera novela de Ernst Hemingway, y se instala en la tradición de los angloparlantes expatriados en Europa. Como toda la obra de Hemingway, habrá sido estudiada en detalle, de cerca y de lejos, exprimidas a más no poder. Tendrá las tradiciones en las que se instala, escuelas y marcos teóricos, decenas de libros de teoría y crítica literaria en las que se encuentra citado.

Eso no importa ahora. Sí importan dos cosas, mis favoritas: los espacios y las sensaciones. Un primer libro de varios capítulos situado en París, una ciudad corrosiva para los americanos, destructiva, repelente. Ninguno de los personajes que está en París reivindica realmente París: la oscilación está entre el rechazo directo y la apariencia asimilatoria. Por el otro lado, el norte de España y algunas ciudades de Francia: Biarritz, San Sebastián, Pamplona. La calidez de la “Fiesta” –como los personajes la llaman, en español directo–

Los sentimientos. Esto sí que es importante, las sensaciones. No hay literatura sin sensaciones. Si todo queda sublimado a la técnica, estamos en problemas. Estoy en problemas. A algunos les gustará. A mi me gusta la técnica, me gustan los procedimientos formales y temáticas y los cambios temporales y los juegos con el narrador, pero hay cierta esencia en la literatura que no puede cifrarse, y la llamo el sentimiento. Hay obras que tienen sentimiento, que generan sentimiento; operan en ese plano. The Sun Also Rises no promete, solo condena desde el depict al estilo Hemingway: corto, seco, minimalista. Es una narración suspendida que esconde un sentimiento muy fuerte en la construcción de sus personajes: hopeless, heartbreaking. No sabemos nada de la vida del protagonista, de Jake Barnes. Podemos inferir que es tan borracho como los demás, un expatriado producto de la guerra que viaja mucho y se encuentra de fiesta. No nos quedemos en la inferencia, vayamos al texto. Barnes habla sobre una palabra española que resignifica la obra entera: “aficionado” o pasional, según da a entender su significado. La pasión en Barnes está rota: se lee una búsqueda constante, un sinsentido detrás de su persecución por Brett, otra figura rota; de sus relaciones con Robert y Mike, otra dupla rota que se encuentra en línea con él y Brett. No tanto de su relación Bill, tal vez el personaje más interesante de la novela: va mucho más allá de un fantástico comic-relief, se instala como la contradicción de la mente americana en el territorio europeo, siempre jovial, energético, sin opiniones tajantes sobre el resto. Volvamos a Barnes, lleguemos al final. ¿El sol también sale? No en términos positivos. No es la promesa de la iluminación lo que asoma. Es la condena de la cotidianeidad, de un día más en un mundo maldito, condenado. En el final, en el taxi que comparten Barnes y Brett, puede leerse esta frustración:

“Oh, Jack, ”Brett said, ”we could have had such a good time together” […]
“Yes,” I said. Isn’t it pretty to think so?”.

Disclaimer. Esta es la primera entrada en años y no tengo la capacidad mental para fingir demencia otra vez. Es descorazonador no encontrar la voz, que la brecha entre eso que amás y eso que sos comience a expandirse, en silencio, con lentitud y se instale en un espantoso estado de resignación. No fue algo activo, algo puramente consciente; era una melancolía cercana para con la escritura (para con la literatura, ¿acaso?) que me invadía el alma en breves momentos de hipersensibilidad. Este mensaje tiene una doble potencia. La primera es muy simple y ominosa: ser otro punto esquivo en el recorrido de mis intentos. La segunda está llena de vitalidad, es de color rojo y canta en mi alma: ser un reencuentro con lo que amo, con lo que sé que soy y quiero ser.
Intentemos otra vez.

Relacionados