El relato de hoy es «Conscience in Art» (1907), de O. Henry.

Pocos son los que registran una frase hecha. An O. Henry ending –para referirse a cierto tipo de finales– condensa bien el magistral oficio de este cuentista. Encarar el relato como montaje o puesta en función a un efecto; en este caso, la sorpresa.

Perdido entre su vasta obra, “Conscience in Art” es un cuento muy breve que hace justicia a esta poética (?) de O. Henry, al mismo tiempo que dialoga –y critica– la institución del arte. El cuento es conversado y hay dos personajes: Andy, el mastermind y el narrador en primera que se presenta medio atildado. Ambos son estafadores –el primero sin escrúpulos, el segundo hipócrita– ambiciosos, que deciden –propuesta de Andy– embaucar a algún millonario de Pittsburg, dado que allí se encuentran los verdaderos millonarios.

La temporalidad del relato nunca cambia. El foco está puesto lejos de la acción, en el pusilánime de Jeff –el narrador– que solo intercede como interpelado en la narración. No es más que un plot device. El plan resulta inmediato y exitoso. Después del reconocimiento de campo típico en cualquier estafa, Andy –¿quién más?– entra en acción. Ubica a un millonario del combustible, con el aborrecible nombre de Scudder, con quien entra en confianza. Este le muestra su colección de arte. Andy le cuenta a Jeff la estafa, y regresa al otro día diciéndole que deben partir, inventando una historia sobre cómo consiguió la segunda estatuilla –porque, para fortuna del dúo, al rey Ramsés le habían fabricado dos y una estaba perdida–  y se la vendió a Scudder haciéndose pasar por un profesor interesado en comprar la del empresario, que ve esto como una afrenta y un desafío y termina ofreciendo aún más dinero. 

“‘Oh, well,’ says I, ‘this sounds like the purling of a rill to me. I thought we came here to teach the millionaires business, instead of learning art from ’em?” (387)

El relato, reponiendo la expresión del principio, cierra en la sorpresa, descoloca un poco, lo suficiente como para volverlo llamativo. Jeff, que nunca se aviva, le dice con calma que no hay motivo para partir, el negocio fue fair and square. En ese momento, Andy se harta de esta falsa conciencia de su socio y le cuenta que la pieza vendida es la misma pieza que poseía el Scudder. 

Reproducimos el final, O. Henry lo cuenta mejor:

“‘It was,’ says Andy. ‘It was his own. When I was looking at his curios yesterday he stepped out of the room for a moment and I pocketed it. Now, will you pick up your suitcase and hurry?’

“‘Then,’ says I, ‘why was that story about finding another one in the pawn—’

“‘Oh,’ says Andy, ‘out of respect for that conscience of yours. Come on.’” (389).


Este breve diálogo condensa el punchline del relato. Más allá de eso, sin embargo, podemos ver cómo queda expuesto y desarticulado el negocio del arte. Una competencia vacía, tener más que el otro encarnado en esculturas, en pinturas, incluso en literatura. El valor vacío del arte en la modernidad, juguete funcional a un ego capitalista.7


Fuente: https://storyoftheweek.loa.org/2022/05/conscience-with-art.html

Entrega de Library of America correspondiente a la semana del 15/05/22