Primera vez en Viena. Digo primera vez con la certeza de que volveré. Estuve solamente algunas horas, por diferentes motivos que retrasaron la salida de Bratislava. Las sensaciones fueron muchas, las palabras quedan cortas, una sola idea se fija en la mente: volver, volver y volver. Viena tiene la potencialidad de ser una ciudad mágica para recorrer, para perderse, para encontrar ciertas cosas que creía perdidas. Pasamos por un palacio, con un gran jardín. 

Recorrimos algunas calles en auto, otras tantas a pie. Sofía buscaba lugares para que paremos con mi celular y de reojo encontré un tesoro que me hizo caer en la cuenta de dónde estaba realmente. Viena no es solo Viena por la arquitectura, la prolijidad, lo compacto de la ciudad; el río, las atracciones, la historia. Es Viena porque supo ser la capital cultural europea. Es Viena por el arte. Es Viena para la literatura. Es Viena por la Heldenplatz, la Plaza de los Héroes. El Heldenplatz de Thomas Bernhard, que leí varias veces para aprobar uno de los exámenes que más me costaron en la carrera.

Dicen que Viena te espera. Espero que no tenga que esperar mucho más, porque tres horas ni siquiera conjuran una fracción del tiempo suficiente para ritualizar esta ciudad.