Memmingen es compacto y agresivo; un pueblo de paso. No tiene si no algunos patos accesibles y ciertos esbozos de magia que, quizás en otro tiempo del año, o con otra gente por habitantes, podría haber sido más disfrutable. La arquitectura es muy bella. El pedazo de río que pasa por allí parece un lindo lugar para tomarse unos mates.

Dificilmente merece una entrada en las crónicas. Es un desquite.