Es mi primera vez en Alemania fuera de un aeropuerto, pues recordemos que mi conexión en la que arribé a Europa fue en Frankfurt. La tierra guarda cierto significado, por mi apellido, por mi ascendencia desconocida. Múnich es una ciudad amable, respetuosa. En este viaje el grupo de personas fue amplio; algunos se fueron, otros llegaron; el núcleo del grupo, sin embargo, permaneció estable a lo largo de los seis días que duró el viaje. En Múnich, y otros puntos del recorrido, nos dispersamos: es propio algo propio de este tipo de experiencias.

Múnich es extendido, introspectivo, eléctrico. El primer día realizamos un tour guiado que me dejó conmocionado. El guía era argentino, de Bahía Blanca. Transmitió toda la historia de la segunda guerra mundial con un énfasis increíble, con una pasión que me remite al lugar crucial que tiene la memoria en mí país, en todo país del mundo: es, cabe recordar en toda ocasión que se pueda, uno de los fundamentos que proporcionan una identidad. 

Fuimos a recorrer algunos mercados navideños. Fui a ver un partido del Bayern Münich; nunca había ido a un estadio de semejante tamaño. Fui a un concierto en un bar indie que consiguió Leire, estuvo muy bien. Un primer paso por Alemania que lo dio para todo. El segundo día fue un poco diferente. Todavía más interiorizado; empezó con varios cuestionamientos de espíritu, con cierta melancolía difícil de ubicar. Las Münich Hills fueron preciosas. ¿Existencialismo? El museo de la Residenz también; particularmente las habitaciones conceptuales: Religion Room, Eternity Room, Wonder Room. Recorrimos Münich en aventura lluviosa, retirando comida de diferentes locales a lo largo de la ciudad. La aventura permite perderse, permite frenesí, y eso le da cierto sentido al viaje; sentido de unidad, sentido de fricción y de cambio. Cenamos un popurrí de comida y salsas volcadas. Hicimos un sorteo para ver a quienes les tocaba dormir solos. Debe haber sido mi primera vez ganando en la ruleta.

Una aclaración. Sé que mis palabras no le hacen justicia a Múnich. Parece una mera enumeración. Esto se debe a lo que aconteció después, a la magia austriaca.